Veröffentlicht am 07.08.2018
Ahora que mirar el significado de una palabra en un diccionario o buscar una dirección en un mapa prácticamente se han convertido en cosa del pasado gracias Internet y a los smartphones, parece imposible limitar su uso en nuestra vida cotidiana o simplemente desconectar los datos. Las cifras hablan por sí solas: uno de cada cuatro españoles entre 18 y 65 años (7,6 millones) es adicto al móvil, según un estudio realizado por Rastreator. Además, el 80% lo usa de manera continua, entre 2,5 y 4 horas diarias.
Gracias a la tecnología todo es más sencillo. A golpe de clic podemos pedirle a nuestro “asistente de voz” que nos busque el restaurante más cercano, enviar un whatsapp o publicar un tuit. Términos que no existían hace relativamente poco tiempo, al igual que la nomofobia, miedo a salir de casa sin el móvil, o el phubbing, que consiste en prestar más atención al móvil que a las personas.
En unos años hemos pasado de ver la tecnología como un pasatiempo a pensar que es totalmente imposible limitar su uso en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, vivir sin tecnología no solo es posible, sino que es necesario pasar períodos de desconexión digital para no sufrir la enfermedad del siglo XXI: el estrés tecnológico. Desde IMF Business School proponen varios consejos para poder hacer un détox digital este verano, sin necesidad de reservar en hoteles sin conexión o hacer un crucero sin contratar el paquete de Internet:
Resucita el despertador. Nada de programar la alarma en el móvil. De esta forma, evitaremos que esa pantalla sea lo primero y lo último que veamos cada día antes de irnos a dormir. Hay estudios que aseguran que el brillo de la pantalla momentos antes de irnos a la cama provoca insomnio, además de interrumpir el sueño. Lo mejor es dejar el smartphone en un lugar que nos obligue a levantarnos para poder cogerlo.
¿Notificaciones? No, gracias. Nada de notificaciones con vibración, luz o ventanas emergentes, esto nos ayudará a consultar menos el móvil. Si por cuestiones de trabajo debemos mantenernos conectados, en ese caso solo activaremos las notificaciones de aquellas aplicaciones indispensables para cumplir con nuestras obligaciones.
Amor a distancia. No necesitamos estar pegados al móvil para demostrarle cuánto nos gusta. No llevarlo encima nos ayudará a caer en la tentación de estar constantemente revisando si tenemos algún mensaje, me gusta o comentario. Podemos empezar a ponerlo en práctica mientras comemos. Alejar el móvil y disfrutar de la comida y la compañía nos ayudará a reducir el estrés tecnológico. Existen restaurantes que prohíben su uso, promoviendo el Slow Food o comida con atención, sin prisas, valorando la calidad de ésta.
Keep the calm. Es normal, sobre todo al principio, que sintamos la tentación de mirar nuestro smartphone a cada rato y esto nos genere algo de ansiedad, pero con el tiempo nos daremos cuenta de que nos olvidamos de él y se convierte en más prescindible de lo que imaginábamos.
Si no lo usas, a la papelera. No nos referimos al móvil, sino a esas decenas de apps que tenemos instaladas en el móvil y que no usamos, pero que nos provocan la curiosidad de mirar el móvil al ver o escuchar que nos ha llegado algo. Eliminarlas reducirá el deseo de ver si tenemos algo sin revisar.
Estos consejos no solo nos ayudarán a reducir nuestro estrés tecnológico, sino también a desarrollar la llamada actitud GPS, es decir, saber qué hacer o cómo resolver una situación si no tenemos ese satélite que nos envía la señal al móvil. De hecho, alrededor de 200 escuelas Waldorf, algunas de las cuales se encuentran en Silicon Valley, prohíben a sus alumnos el uso de ordenadores o tablets, para que aprendan a vivir sin tecnología.
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